Llanura y azafrán.

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domingo, 26 de julio de 2009

Arriba el campo


¡ARRIBA EL CAMPO!

Tierra, surco, infinito y un cielo azul que inunda el alma y la embriaga de vida.
Soledad acompañada del campo en mis idas y venidas en la vieja tartana.
¿Qué me esperaría hoy al llegar a casa? Dejaba atrás a los gañanes que estaban de quintería recogiendo la pobre pero esperada cosecha. El traqueteo de las dos enormes ruedas acompasaba mis pensamientos mientras que la joven mula “Argentina”, que compré en una feria de Alicante, ponía el requiebro con su alegre trote.
La torre del pueblo aparecía cada atardecer para darme la bienvenida e introducirme en lo mío, en lo de siempre.
Me detuve ante la fachada blanca de nuestra casa, abrí las portadas y conduje la tartana hasta el corral; después llevé a la “Argentina” a las cuadras. Pasé al patio, lleno de plantas en el centro y también entre las columnas de los porches que me acogían con el frescor y descanso deseado.
Voy en directo a la alcoba, que permanece en penumbra acogiendo y protegiendo la vida que se va. Ella está inmóvil sobre su resplandeciente almohada, que huele a heno; el embozo, con grandes puntillas de bolillos que hizo ella para su dote, la acurruca como a un recién nacido. Me mira y en su inexpresividad adivino un lucero distinto al de anoche. Su cabeza está llena de estrellas que parpadean con diferentes colores cada día. Dejo un beso suave de amor en su frente porque no quiero romper su universo.
Me aseo en la vieja palangana que mis hijas han llenado de agua clara; la muda limpia está encima de la silla.
Salgo de nuevo a ver a mi tesoro y ahora el beso es mas fuerte en la mejilla; abre los ojos y me esboza una sonrisa. Mi alma le trae todo el azul del cielo que recogí hoy en el campo.
Nuestros silencios son profundos como los surcos y en su interior encontramos cada día sueños anclados en el pasado compartido y feliz. Las manos unidas dan nueva fuerza a nuestros corazones: ahora nuestro amor es mas puro, sobran las palabras. Su media sonrisa es la clave de nuestra unión profunda. A veces se me escapan lágrimas y no sé explicar de qué tipo son: ¿de gozo? ¿de pena? Me parece que son de otra palabra que no existe y expresarían el querer y el sentirte querido mas a lo divino que a lo humano porque la base que sustenta ese amor es el sufrimiento.
El reloj no existe hasta que una vocecita de mi hija pequeña corre por toda la alcoba diciendo: “¡Papá, la cena está en la mesa!” Entonces le digo a ella: “Vendré pronto” Al instante cierra los ojos como asintiendo.

Las sopas de ajo reconfortan, a la par que oigo las incidencias de cada día: la clase de Matemáticas del mayor, que quiere ser ingeniero, las salidas de la mediana con un chico del Instituto y la pequeña con sus risas continuas que vuelve a contarme lo que ha relatado repetidas veces a su madre porque dice que como ella tiene los ojos cerrados se imagina mejor las cosas.
¡Dios mío, cuánto sufrimiento y a la vez cuánta vida!
Cada noche cuando voy a dormir en una cama junto a ella le digo a Dios: “Sí, está a mi lado y respira, pero la necesito”.
Por la mañana, antes de la salida del sol, me caliento la leche y la pongo en un tazón; antes, siempre me la calentaba ella.
Le doy un beso en la frente y ni lo nota; salgo despacio y le echo otra mirada con un “¡Cuídamela, Dios mío!”
Y otra vez el camino recto que va cambiando de colores hasta que por fin el sol despierta y es una explosión de luz que invade la llanura. Los gañanes me esperan para desearme los buenos días y preguntarme por el ama.
Ahora, en el campo, mi pensamiento está en el surco, en la cosecha, en cada hombre que se agacha; les miro a sus ojos y comprendo que, tras muchas horas de recogida, hay que hacer un alto en el camino; nos situamos junto a la noria y al compás de sus cangilones comemos queso con pan de hogaza y buen vino de la última cosecha.
Trabajar, trabajar, trabajar.
Hoy hace calor y comemos dentro de la casa, en la cocinilla de fuego bajo: han hecho unas gachas con tropezones de cosas ricas de la matanza de enero pasado; me saben a gloria y después descansamos un rato echados en los poyos. Es la hora de la siesta, de la confidencia de quien está preocupado. Yo escucho y comparto las penas y alegrías de mis hombres.
Con las fuerzas recuperadas salimos a recoger lo que queda.
Cae el sol y a ellos les cuesta despedirme porque saben que alguna tarde me encontraré a ella en el lecho sin que le brille el lucero.
El camino se llena de polvo porque la “Argentina” parece hoy tener prisa por llegar; el camino de piedras parece vibrar con el sorteo de las gordas: mi mula se las conoce y las evita magistralmente. Entramos en el pueblo y me sobrecoge el silencio, tan solo roto por el lamento de las campanas de la iglesia; no hay niños jugando en la calle. El corazón se me encoge al ver a mis tres hijos esperándome en la puerta de casa. Salto y los abrazo.

Mientras que yo trabajaba en el campo ella ha cogido todo el azul del cielo.


9 comentarios:

  1. Marisa, gracias por compartirlo, que emoción se siente al leer esta belleza.

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    1. Elena, cuánto me alegro que compartas conmigo este relato ficticio pero hay una base real que lo sustenta: recuerdos de mi infancia.
      Gracias!

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  2. Marisa, gracias por compartirlo, que emoción se siente al leer esta belleza.

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  3. Marisa se nota que eres una persona, que ama el campo y se aprecia el amor ente las personas, es muy emotivo.

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    1. Me figuro que eres el Fernando de Conchita. Sí me gusta el campo, especialmente la llanura manchega, aunque viviendo en Gran Canaria descubrí otro campo bellísimo que siempre daba al mar. Y también la gente. Pienso que la amistad es la antesala del Cielo. Gracias por tu aportación a mi blog

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  4. ¡Con qué sencillez y que profundidad a la vez, está escrito este relato!.Gran candidez en las palabras,para expresar sentimientos tan profundos.Humanidad enraizada en la naturaleza aportando verdad, serenidad y aceptación. Gracias por compartir.

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    1. Eres Ciria? Ahondas, mi niña. Como filóloga aciertas y como amiga, más. Gracias por tu comentario tan completo y profundo.

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    2. Marisa,la historia de esta familia la relatas con tanto amor entre ellos, con tanta Paz y serenidad, que te emociona.Muchss gracias por compartir.

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    3. Te agradezco tus palabras aunque no se quién eres. Sí hay una armonía y paz fruto del amor.
      ¡Gracias a ti por tu comentario!

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