Empecé el año de la mano de Ortega y después se sucedieron
personajes cercanos a nuestro Manzanares. Ahora salto el canal de la Mancha
para ir a Inglaterra y traer a la revista SIEMBRA a uno de los personajes que
más han influido en mi vida: Tomás Moro (*Londres, 7 de febrero de 1.478,
+Londres, 6 de julio de 1.535).
Al acabar Magisterio, viví en Londres un curso. Entonces
empecé a descubrir la cultura inglesa. Normalmente, cada semana, escribía a mi
familia cartas azules detallando cada descubrimiento: Picadilly Circus,
Trafalgar Square, National Gallery, The Big Ben, Covent Garden, Portobello
Market, Hyde Park, Green Park…y un largo recorrido por mi Londres tan cercano y
familiar. Más adelante, trabajando en un colegio en Madrid y estudiando
Filología inglesa en la Complutense, participé en un seminario de Literatura
sobre “Utopía”, obra de Tomás Moro. En ese momento descubrí al gran autor y al
gran hombre con su creación de la sociedad ideal en la que todos los hombres
viven con paz y armonía. No me conformé con ese primer encuentro. Me deleité
con su biografía de Andrés Vázquez de Prada, después vinieron otras, como la de
Peter Berglar. Conocí la Inglaterra del siglo XV y XVI y a un hombre que
permanecía coherente al humanismo cristiano en medio de una sociedad corrupta.
Me apasionaba su obra como traductor, pensador, poeta, hombre de leyes,
político…y especialmente como padre de familia. Llegó a ser Lord Canciller de
Inglaterra, brazo derecho de Enrique VIII. El monarca quiso que firmara el acta
de repudio a Catalina de Aragón, su esposa e hija de los Reyes Católicos, para
poderse casar con Ana Bolena. Tomás Moro se negó e igualmente no aceptó el Acta
de Supremacía que reconocía al rey como cabeza de la Iglesia en Inglaterra. En
1.535 fue acusado de alta traición y llevado a la Torre de Londres hasta ser
decapitado el 6 de julio de ese año.
Hay hechos heroicos en su vida que muestran su integridad
moral, como es cuando su mujer le rogaba que firmara para salvar la vida y
poder estar con su familia. Él le contestaba que no firmaría porque les quería
tanto que quería estar toda la eternidad con ellos. Tenía gran sentido del
humor hasta el final de sus días, como lo atestiguaron sus carceleros. Su
estancia en la Torre la aprovechó para escribir obras en las que se palpa su
intimidad con Dios. Resumiendo el gran poso que ha dejado en mi vida su manera
de vivir es que Tomas Moro veía como realidades dignas de santificar hasta lo
más menudo y cotidiano: las relaciones familiares, la política como un servicio,
la poesía…Todo lo bueno y noble. Fue beatificado en 1.886 y canonizado en 1.935
junto con Juan Fisher.
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