Nombrar a Irene es decir
poesía, amistad, dulzura, elegancia, sencillez…y tantas cosas buenas. Hoy quiero destacar el
amor a su tierra, a su Manzanares. Acabo de hablar con ella por teléfono y le
dije que iría a verla con “Siembra” para leerle este artículo.
¿Por dónde empezar? ¿Cuándo
la conocí? Yo diría que desde siempre en actos culturales de Manzanares,
después se cultivó una amistad en Madrid en la Asociación de Escritores y
Artistas Españoles (AEAE), también en las tertulias de la Casa de Guadalajara,
además acudía siempre a mis invitaciones en el colegio donde he trabajado y a
casa que organizábamos tertulias literarias. Recuerdo una de las veces que me
acompañó mi hermana Tere para estar con Irene, fue en Membrilla, nevaba,
anochecía... ¡Qué alegría el encuentro con nuestra amiga!
Estos
días he vuelto a leer “MANZANARES DE LA MANCHA Y YO” (Nuestros diálogos). Me ha conmovido su poesía porque habla con el
corazón en el recuerdo de su niñez y juventud en Manzanares. Intercalo el poema
XXIV, página 55, porque me parece adecuado al mes de la revista:
Silenciosa
tu abarca, Manzanares,
pasea
mi geografía,
mis
circuitos venales. Y esa luna
por
ti festera, enjalbegada,
se
cuelga en mis balcones,
en
mis pómulos, en mi todo,
en
mi nada, en mis tobillos.
Siempre
volverán a tu acera
mis
tacones-aldabas,
a la
calle de la Cárcel,
a tu
antigua memoria,
a tu
promesa de Agostos amarillos,
renovada
alianza de oro
anillando
mi anular cintura.
Nos
brindaremos amor en el cáliz.
Éxtasis
por tu vino hechicero,
consagrado.
El amor de Irene Mayoral por su Manzanares y
sus gentes queda empapado en sus versos. Esta idea es la clave que hoy quiero
transmitir y nadie mejor que su hija Irene, en el verso de entrada al poema
XXVI de su madre:
HOLLÉ
SOBRE TU HUELLA GRABADA EN MANZANARES,
Y
SU VINO, YO LO BEBÍ EN TU PECHO.
Irene
Valcárcel Mayoral
La
distancia y yo,
hemos
entretejido este soneto:
Manzanares,
venencia tu espadaña,
Donde
bebe la luz en mansedumbre
manantiales
de vides, por costumbre,
racimadas
al sur de la guadaña.
La
llanura reposa esa maraña
de
los pámpanos frágil muchedumbre,
cuando
el sol-oropel en reciedumbre,
va
vertiendo padreo por tu entraña.
Este
aroma ritual alzado en vilo
consagrando
plazuelas encaladas,
sobre
el vino ancestral siendo pabilo
por
las noches de ronda enamoradas.
Elevados
los cálices al hilo
de
Septiembre y magias vendimiadas.
Gracias,
Irene, por tu cariño inmenso a tu Manzanares. Yo te rindo homenaje con todo mi
corazón que también late con nuestra tierra, con la rectitud del surco, como
dirías tú.
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