Llanura y azafrán.

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viernes, 8 de diciembre de 2017

DE LA MANO DE IRENE MAYORAL EN ESTE 2017

               
Nombrar a Irene es decir poesía, amistad, dulzura, elegancia, sencillez…y  tantas cosas buenas. Hoy quiero destacar el amor a su tierra, a su Manzanares. Acabo de hablar con ella por teléfono y le dije que iría a verla con “Siembra” para leerle este artículo.
¿Por dónde empezar? ¿Cuándo la conocí? Yo diría que desde siempre en actos culturales de Manzanares, después se cultivó una amistad en Madrid en la Asociación de Escritores y Artistas Españoles (AEAE), también en las tertulias de la Casa de Guadalajara, además acudía siempre a mis invitaciones en el colegio donde he trabajado y a casa que organizábamos tertulias literarias. Recuerdo una de las veces que me acompañó mi hermana Tere para estar con Irene, fue en Membrilla, nevaba, anochecía... ¡Qué alegría el encuentro con nuestra amiga!
Estos días he vuelto a leer “MANZANARES DE LA MANCHA Y YO” (Nuestros diálogos).  Me ha conmovido su poesía porque habla con el corazón en el recuerdo de su niñez y juventud en Manzanares. Intercalo el poema XXIV, página 55, porque me parece adecuado al mes de la revista:

Silenciosa tu abarca, Manzanares,
pasea mi geografía,
mis circuitos venales. Y esa luna
por ti festera, enjalbegada,
se cuelga en mis balcones,
en mis pómulos, en mi todo,
en mi nada, en mis tobillos.
Siempre volverán a tu acera
mis tacones-aldabas,
a la calle de la Cárcel,
a tu antigua memoria,
a tu promesa de Agostos amarillos,
renovada alianza de oro
anillando mi anular cintura.
Nos brindaremos amor en el cáliz.
Éxtasis por tu vino hechicero,
consagrado.

 El amor de Irene Mayoral por su Manzanares y sus gentes queda empapado en sus versos. Esta idea es la clave que hoy quiero transmitir y nadie mejor que su hija Irene, en el verso de entrada al poema XXVI de su madre:
HOLLÉ SOBRE TU HUELLA GRABADA EN MANZANARES,
Y SU VINO, YO LO BEBÍ EN TU PECHO.
Irene Valcárcel Mayoral

La distancia y yo,
hemos entretejido este soneto:
Manzanares, venencia tu espadaña,
Donde bebe la luz en mansedumbre
manantiales de vides, por costumbre,
racimadas al sur de la guadaña.
La llanura reposa esa maraña
de los pámpanos frágil muchedumbre,
cuando el sol-oropel en reciedumbre,
va vertiendo padreo por tu entraña.
Este aroma ritual alzado en vilo
consagrando plazuelas encaladas,
sobre el vino ancestral siendo pabilo
por las noches de ronda enamoradas.
Elevados los cálices al hilo
de Septiembre y magias vendimiadas.

Gracias, Irene, por tu cariño inmenso a tu Manzanares. Yo te rindo homenaje con todo mi corazón que también late con nuestra tierra, con la rectitud del surco, como dirías tú.  


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