Llanura y azafrán.

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viernes, 8 de diciembre de 2017

DE LA MANO DE SAN JUAN DE LA CRUZ TERMINAMOS EL 2.017

        
El 14 de diciembre celebramos su fiesta porque es el día de su nacimiento al Cielo, en el año 1.591, en Úbeda (Jaén). En mayo de 1.593 trasladaron su cuerpo a Segovia. El 21 de marzo de 1.952 es proclamado patrón de los poetas de habla hispana. Su influencia ha sido grande en la poesía española del siglo XX. Desde los primeros años, con el Modernismo hasta los poetas de la generación del 27 y más tarde el grupo del 36.  Después de la guerra civil española, destaca Blas de Otero, en 1.942, cuando se conmemoraba el 4º Centenario del nacimiento del santo, publicó Cántico espiritual. Posteriormente, Carlos Bousoño y José Ángel Valente y una lista interminable de poetas.
Juan Ramón Jiménez dijo que la obra de San Juan de la Cruz es uno “de los mayores logros líricos de nuestro idioma”. Se asombra de la “modernidad” de la poesía del santo. Lo ve como un pionero en lengua castellana en la búsqueda de lo absoluto.
A juicio de Fernando Lázaro Carreter “San Juan sintetizó en su poesía la tradición grecolatina, la bíblica a través de la traducción de los salmos, la italianizante, la cancioneril y la popular (canciones, villancicos, endechas, romances) y el influjo de Garcilaso”.
San Juan de la Cruz llega a la situación límite de expresar lo inexpresable. Elige los símbolos como forma de expresión de lo inefable. El “símbolo” se basa  en la asociación “irracional y subjetiva” de dos elementos; es suficiente que el poeta perciba algún tipo de “semejanza emocional” (cfr. Carlos Bousoño: Símbolos en la poesía de san Juan de la Cruz). La divinidad se asocia a la Naturaleza: el agua, la noche, la llama…
Es difícil seleccionar a un escritor contemporáneo que haya tenido relación con nuestro santo. Hay muchos. Me decido por José Jiménez Lozano, Premio Nacional de las Letras 1.992. He tenido la fortuna de conocerle personalmente en su casa y compartir una amena y culta tertulia, en compañía de su mujer, a la sombra de los árboles de su jardín hasta que se nos hizo de noche.
Jiménez Lozano escribió “El mudejarillo” (ANTHROPOS, Barcelona, 1.992). No se trata de una biografía ó novela histórica aunque los hechos se refieran a la vida del santo. Lo relaciona con otro genio del Siglo de Oro, Cervantes que informa del azaroso traslado del cadáver a Segovia, que lo podemos encontrar en el capítulo XIX de la Primera parte de El Quijote.
En “El mudejarillo” recrea la época y personalidad de san Juan de forma poética. El autor utiliza la ironía para reflejar mejor el contraste de infinidad de dificultades externas: infancia pobre, cárcel en Toledo, incomprensiones de su propia Orden, etc y la actitud serena, desprendida, abandonada en Dios hasta sentirse nada el santo poeta.
El autor, maestro en la escritura, juega con las palabras –como diría Max Jacob- para acercarse al lenguaje de la época pero sin caer en lo erudito.
En esta obra, José Jiménez Lozano, quiere rendir homenaje a san Juan de la Cruz, uno de los escritores que más han enriquecido nuestro idioma con su poesía mística.
Termino con un villancico:
                                                  Del Verbo divino,                        
                                                  la Virgen preñada,
                                                  viene de camino,
                                                 ¡si le dais posada!
                                                                        San Juan de la Cruz (1.542-1.591)


EN 2017 DE LA MANO DE TOMÁS MORO

                                   
Empecé el año de la mano de Ortega y después se sucedieron personajes cercanos a nuestro Manzanares. Ahora salto el canal de la Mancha para ir a Inglaterra y traer a la revista SIEMBRA a uno de los personajes que más han influido en mi vida: Tomás Moro (*Londres, 7 de febrero de 1.478, +Londres, 6 de julio de 1.535).
Al acabar Magisterio, viví en Londres un curso. Entonces empecé a descubrir la cultura inglesa. Normalmente, cada semana, escribía a mi familia cartas azules detallando cada descubrimiento: Picadilly Circus, Trafalgar Square, National Gallery, The Big Ben, Covent Garden, Portobello Market, Hyde Park, Green Park…y un largo recorrido por mi Londres tan cercano y familiar. Más adelante, trabajando en un colegio en Madrid y estudiando Filología inglesa en la Complutense, participé en un seminario de Literatura sobre “Utopía”, obra de Tomás Moro. En ese momento descubrí al gran autor y al gran hombre con su creación de la sociedad ideal en la que todos los hombres viven con paz y armonía. No me conformé con ese primer encuentro. Me deleité con su biografía de Andrés Vázquez de Prada, después vinieron otras, como la de Peter Berglar. Conocí la Inglaterra del siglo XV y XVI y a un hombre que permanecía coherente al humanismo cristiano en medio de una sociedad corrupta. Me apasionaba su obra como traductor, pensador, poeta, hombre de leyes, político…y especialmente como padre de familia. Llegó a ser Lord Canciller de Inglaterra, brazo derecho de Enrique VIII. El monarca quiso que firmara el acta de repudio a Catalina de Aragón, su esposa e hija de los Reyes Católicos, para poderse casar con Ana Bolena. Tomás Moro se negó e igualmente no aceptó el Acta de Supremacía que reconocía al rey como cabeza de la Iglesia en Inglaterra. En 1.535 fue acusado de alta traición y llevado a la Torre de Londres hasta ser decapitado el 6 de julio de ese año.
Hay hechos heroicos en su vida que muestran su integridad moral, como es cuando su mujer le rogaba que firmara para salvar la vida y poder estar con su familia. Él le contestaba que no firmaría porque les quería tanto que quería estar toda la eternidad con ellos. Tenía gran sentido del humor hasta el final de sus días, como lo atestiguaron sus carceleros. Su estancia en la Torre la aprovechó para escribir obras en las que se palpa su intimidad con Dios. Resumiendo el gran poso que ha dejado en mi vida su manera de vivir es que Tomas Moro veía como realidades dignas de santificar hasta lo más menudo y cotidiano: las relaciones familiares, la política como un servicio, la poesía…Todo lo bueno y noble. Fue beatificado en 1.886 y canonizado en 1.935 junto con Juan Fisher.



DE LA MANO DE MELCHOR DÍAZ-PINÉS EN ESTE 2.017

                      
Con cierto pudor, por hablar de mi padre, me lanzo a escribir sobre él en este nuevo aniversario de su muerte, el 19 de octubre de 1.981.
He vuelto a leer el artículo de Manuel Rodríguez Mazarro, publicado en el nº 87 de Siembra, de noviembre-diciembre de 1.981. El título es “Recordando a Melchor Díaz-Pinés”. Lo encabeza un párrafo del capítulo VI de El Quijote: Por estas asperezas se camina de la inmortalidad al alto asiento, do nunca arriba quien de allí declina.
Entresaco algunos fragmentos de dicho artículo, que, con la perspectiva de los años transcurridos, tienen aún más valor: Cuando se publicaban los programas de festejos entre los años 50 y 70, no se podían componer sin contar con el artículo de Melchor, aunque había que insistirle varias veces, pues era hombre meticuloso y gustaba entregar los trabajos completos y sin fallos, pero al final el nombre de Melchor Díaz-Pinés aparecía en el programa.
Otro párrafo que corroboro: Tenía buenos amigos, fuera y dentro de su pueblo. Mencionaremos al famoso “Luisillo”, D. José Díaz, D. Antonio Iniesta y tantos otros que entraban y salían de su establecimiento, donde surgían muchas veces tertulias y comentarios que daban pie a las noticias que Melchor difundía, pensando siempre en algo productivo para el pueblo.
Seguiría y seguiría entresacando del artículo tan bonito de Manuel Rodríguez Mazarro, pero bastan esos dos momentos para reflexionar y hacer un paralelismo con la necrología que adjunto de la revista “La Semana Vitivinícola”. Deducimos su buen hacer por el cariño a su campo manchego y un corazón tan grande como su llanura,  capaz de acoger a muchos amigos.
Recuerdo, con gratitud, sus trabajos diarios, nocturnos, con su vieja máquina de escribir y puntualmente llevarlos a la estación de Renfe para que salieran en el Correo y aparecieran al día siguiente en periódicos nacionales. Era un sacrificio gustoso, siempre por el bien de su pueblo, de los suyos, como el hidalgo manchego.
En otras revistas especializadas en el campo también dejó huella: en Agricultura (el Ministerio de Agricultura ha digitalizado sus artículos). También la revista Campo, cuya sección “Campo en La Mancha”, la cubría todos los meses. Más reciente, La Pámpana de Baco, etc
Él siempre quiso estar en segundo plano en la Feria del Campo de Manzanares, pero siempre informaba extensamente en la prensa nacional.
Melchor fue hombre apasionado de todo lo humano noble: miembro fundador, con muchos amigos, de la Peña taurina Sánchez Mejías, autor de la foto del instante de la cogida y que corrió el mundo entero. También empezó con amigos la procesión de la borriquilla del Domingo de Ramos. Otra faceta, además de “La rosa del azafrán”, cuando era joven, fue la del coro para la Misa mayor, en la parroquia de la Asunción, con sus compañeros, antiguos alumnos de los Maristas.
Hay muchas facetas que se quedan para el ámbito familiar, pero en todas ellas es el cariño por su mujer que la llamaba Yayo, mi madre. Eso sería otra historia.



                                                               

DE LA MANO DE LUISILLO EN ESTE 2017

       
            
Quiero rendirle homenaje en vísperas del 50º aniversario de su muerte que fue el 24 de septiembre de 1.967. Cuántas personas habrán escrito sobre este personaje tan de Manzanares y muchas más tendrán en su recuerdo su sonrisa y sus ojos chispeantes de alegría.
Era una niña cuando le vi haciendo el papel de gobernador en la Ínsula Barataria y comprobé su arte inigualable. Aún más chica le recuerdo haciendo el papel de Moniquito en “La rosa del azafrán”, zarzuela que sabíamos de memoria en mi familia.  Estoy recordando algunas facetas del genial LUISILLO que todos los mayores tendrán en su cabeza. Me gustaría ir al terreno más personal: fue gran amigo de mi padre junto a Pepe Díaz, Antonio Iniesta y tantos que se paraban en la tienda de la calle Toledo a charlar y a “querer arrimar el hombro” en pro de su pueblo. Una de las iniciativas de estos buenos amigos fue la de comenzar la procesión de la borriquilla con personajes reales. Los “sueños” de estos manzanareños suponían mucho esfuerzo en la preparación: alquilar los trajes de Jesús y los apóstoles en Madrid, comprar las palmas en un pueblo de Alicante, conseguir la borriquilla para Jesús, mover a todos los colegios para que participaran las alumnas, algunas de hebreas y otras de personajes bíblicos significativos. En todo ello intervino LUISILLO dando su toque artístico.
Sin duda alguna el recuerdo que se me ha quedado más dentro del alma es el de un día, 24 de septiembre de 1.967, yendo del brazo de mi padre, por la calle Toledo, nos sorprendió la noticia : “Acaba de fallecer Luisillo”. Mi padre se puso triste porque era su amigo. Entonces le dije: “Me gustaría escribir un artículo sobre él. ¿Me lo podrías enviar al LANZA?” Me contestó que sí y al dia siguiente salió mi primer artículo en el periódico. Sólo recuerdo que terminaba con la escena de las escaleras y al llegar al último peldaño Dios le decía que ya había llegado a su destino. Así es como me figuro a Luisillo: en el Cielo con sus amigos planeando cosas buenas para su querido Manzanares.                          




                                           

DE LA MANO DE IRENE MAYORAL EN ESTE 2017

               
Nombrar a Irene es decir poesía, amistad, dulzura, elegancia, sencillez…y  tantas cosas buenas. Hoy quiero destacar el amor a su tierra, a su Manzanares. Acabo de hablar con ella por teléfono y le dije que iría a verla con “Siembra” para leerle este artículo.
¿Por dónde empezar? ¿Cuándo la conocí? Yo diría que desde siempre en actos culturales de Manzanares, después se cultivó una amistad en Madrid en la Asociación de Escritores y Artistas Españoles (AEAE), también en las tertulias de la Casa de Guadalajara, además acudía siempre a mis invitaciones en el colegio donde he trabajado y a casa que organizábamos tertulias literarias. Recuerdo una de las veces que me acompañó mi hermana Tere para estar con Irene, fue en Membrilla, nevaba, anochecía... ¡Qué alegría el encuentro con nuestra amiga!
Estos días he vuelto a leer “MANZANARES DE LA MANCHA Y YO” (Nuestros diálogos).  Me ha conmovido su poesía porque habla con el corazón en el recuerdo de su niñez y juventud en Manzanares. Intercalo el poema XXIV, página 55, porque me parece adecuado al mes de la revista:

Silenciosa tu abarca, Manzanares,
pasea mi geografía,
mis circuitos venales. Y esa luna
por ti festera, enjalbegada,
se cuelga en mis balcones,
en mis pómulos, en mi todo,
en mi nada, en mis tobillos.
Siempre volverán a tu acera
mis tacones-aldabas,
a la calle de la Cárcel,
a tu antigua memoria,
a tu promesa de Agostos amarillos,
renovada alianza de oro
anillando mi anular cintura.
Nos brindaremos amor en el cáliz.
Éxtasis por tu vino hechicero,
consagrado.

 El amor de Irene Mayoral por su Manzanares y sus gentes queda empapado en sus versos. Esta idea es la clave que hoy quiero transmitir y nadie mejor que su hija Irene, en el verso de entrada al poema XXVI de su madre:
HOLLÉ SOBRE TU HUELLA GRABADA EN MANZANARES,
Y SU VINO, YO LO BEBÍ EN TU PECHO.
Irene Valcárcel Mayoral

La distancia y yo,
hemos entretejido este soneto:
Manzanares, venencia tu espadaña,
Donde bebe la luz en mansedumbre
manantiales de vides, por costumbre,
racimadas al sur de la guadaña.
La llanura reposa esa maraña
de los pámpanos frágil muchedumbre,
cuando el sol-oropel en reciedumbre,
va vertiendo padreo por tu entraña.
Este aroma ritual alzado en vilo
consagrando plazuelas encaladas,
sobre el vino ancestral siendo pabilo
por las noches de ronda enamoradas.
Elevados los cálices al hilo
de Septiembre y magias vendimiadas.

Gracias, Irene, por tu cariño inmenso a tu Manzanares. Yo te rindo homenaje con todo mi corazón que también late con nuestra tierra, con la rectitud del surco, como dirías tú.