Llanura y azafrán.

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jueves, 22 de junio de 2017

DE LA MANO DE DON EMILIANO GARCÍA ROLDÁN EN EL 2.017



No sé cómo me atrevo a escribir de un personaje tan querido en Manzanares. Tal vez sea por eso.
Desde muy niña recuerdo la escena tan frecuente en casa de mi abuela Teresa, en la calle Ancha: Don Emiliano entrando al amplio dormitorio, ó mejor “la alcoba” y mis tías Antonia, Pepa y Tere le recibían con alborozo. ¿Qué otras imágenes conservo de este médico de cabecera? La de su sonrisa permanente y sus ojos brillantes, quizás cansados de un día lleno de trabajo. Su presencia producía paz y alegría en el ambiente. Nunca tenía prisa, sabía escuchar hasta el final para luego decir el consejo adecuado. Mi percepción de niña era verlo como parte de la familia porque siempre daba consuelo. Su mirada era de cariño. En casa se hablaba de él con la cercanía y confianza del que tiene la ciencia y es humilde.
Es difícil plasmar en palabras toda una vida de servicio al enfermo y a su familia. Hoy quiero traerlo a mi pequeña colaboración de Siembra porque es lo que está gritando el Papa Francisco: el acompañamiento e ir a las periferias, a las personas que nos necesitan. Don Emiliano ha encarnado en su vida a Jesús, siendo un médico, un maestro, un amigo.
Sí, podemos acudir a sus escritos y aprender. Hoy yo quiero dar el testimonio de su vida con mis ojos de la niña de entonces.


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