Llanura y azafrán.

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domingo, 25 de agosto de 2013

Toledo, nunca defraudas

            TOLEDO
                                  


      (En las Bodas de Diamante de Pilar Pinés, manzanareña)



Amaneció plomizo el día de la Virgen del Pilar y me dispuse a ir a Toledo desde Madrid. El viaje se hizo tranquilo, el cielo pasaba del gris al azul conforme me acercaba a la ciudad imperial. Subí en las escaleras mecánicas que llevan al casco histórico y aparecí frente a Santa Leocadia, iglesia en donde se casaron mis padres, visita obligada por el recuerdo y la belleza. Al salir, a la derecha, entré a Santo Domingo el Antiguo para rezar ante el sepulcro de mi pintor, el Greco y contemplar algunas de sus obras. Continué hacia el monasterio de las Capuchinas Clarisas ; tía Pilar ya estaba en el presbiterio y le di un gran abrazo, después salí a la calle en donde estaban Pili y su marido, Mª Auxilio, Jesús y más personas que se fueron agregando. Antes de la doce del mediodía pasamos para situarnos cerca del altar y poder seguir bien la ceremonia dando gracias a Dios por las Bodas de Diamante de nuestra tía Pilar. La Misa de Angellis fue cantada por las monjas y respondían los sacerdotes que concelebraban y los fieles del templo, que estaba lleno. El cáliz que utilizaron en la celebración eucarística era gótico, cubierto totalmente de corales. Los cánticos latinos se mezclaban con los orientales debido a que la mayoría de las religiosas son de la India. Todo contribuía a dar un esplendor a la Liturgia y acercarnos al Misterio Trinitario que se lleva a cabo en cada Misa. Al acabar, junto a un Cristo de la familia, llamado "el Pinesillo" y una imagen de la Virgen del Pilar, nuestra tía renovó su fidelidad a la Santa Iglesia Católica, siendo fiel a los votos, que hizo, según la regla de Santa Clara, de pobreza, castidad y obediencia. Los pronunció, sin leer, con voz firme y alegre. En estos momentos recordé especialmente a mi tía Tere Díaz-Pinés junto con Vicentina y Pepita Pinés, que fueron las que la acompañaron a Toledo cuando decidió entregarse a Dios.

Después, todos pasamos al claustro a felicitarla y tomar un aperitivo; allí nos encontramos con MªJosé y Antonio con sus hijas y también Álvaro y Ana.

Fueron momentos de eternidad porque al faltar nuestros padres, tías..., la nostalgia se transformó en un gozo que llenaba el ambiente. Nos hicimos fotos con ella, reímos porque todos estábamos muy contentos al verla a ella feliz.

A las tres de la tarde nos despedimos y nos esperaba la exposición de Isabel, la Reina Católica, en la catedral, pero eso sería largo de contar por su magnitud y belleza; lo relataremos otro día.









                                                                     

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