Los amigos y el Amigo
Lo testimonian muchos amigos
de T. Moro. Vamos a ver lo que ha seleccionado el autor del libro, M Fazio:
Erasmo de Roterdam, humanista:
“ Parece haber nacido, haber sido creado para la amistad (…) está abierto a
todo el mundo para cerrar la alianza de la amistad (…) Es el que con más
atención se dedica a fomentarla, el más constante a su adhesión a ella (…) Goza
en tal manera del trato y de los relatos de las personas que considera veraces
y adecuadas a su propia manera de ser, que ve en ello la mayor alegría en la
vida (…) Quien desee un ejemplo perfecto de amistad verdadera no lo encontrará
en nadie mejor que en Moro”.
Fue amigo de los humanistas
que compartían con él los deseos de cultura y de renovación de la Iglesia, de
los clientes a quien sirvió con honradez, profesionalidad y desinterés, de los
funcionarios con quienes compartió responsabilidades públicas, también de los vecinos
de Chelsea, tanto de los burgueses como de los artesanos y de los pobres para
quienes siempre tenía su casa abierta.
La facilidad de entablar
amistad se debe a su buen humor, arraigado en la conciencia de ser hijo de Dios.
Humor teñido con ironía -rasgo británico- que mantendrá hasta el mismo momento
de la muerte.
Este hombre amigable y abierto
no se contentaba con las amistades terrenas; vivía la Comunión de los santos y
se sentía unido a las Almas del Purgatorio y a los santos del Cielo. A Moro no
le cabía en la cabeza que los lazos que nos unieron en esta vida se disuelvan
después de la muerte.
La amistad que desarrolló con
más intensidad y profundidad fue la que le unión con Jesús, el Hijo de Dios
hecho hombre. Sabía unir todas las realidades temporales: familia, política,
abogacía, etc a Jesús, a su vida de oración, de intimidad con Él. Por otra
parte sus obligaciones religiosas no le hacían descuidar las realidades
terrenas sino que de su piedad, de su vida de oración, sacaba la fortaleza para
afrontarlas con la alegría de hijo de Dios; descubriendo detrás de cada
circunstancia la mano amorosa de Dios.
Los últimos meses de su vida,
en la Torre de Londres, están llenos de heroísmo. La fidelidad a la Voluntad de
Dios que manifestó en esos momentos extremos fue preparada por una habitual
correspondencia a la Gracia en lo ordinario de cada día de su vida, basada en
el trato personal con Jesucristo, por quien murió mártir.
Gracias Marisa por recordarnos la fuerza, valentia, religiosidad, conocimientos, inteligencia y otros muchisimos valores del insigne Tomás Moro. Un hombre que merece ser conocido por nuestros hijos
ResponderEliminarCarmen, me gusta que digas que los hijos tienen que conocerlo. Sí, es actual hoy. Has captado su importancia. Gran ayuda como norte a los jóvenes. Gracias por tu aportación.
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