Llanura y azafrán.

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sábado, 29 de abril de 2017

DE LA MANO DE FEDERICO GALLEGO RIPOLL EN ESTE 2.017

        
          
Lo que pretendo con estas líneas es rendir homenaje a su madre, María Ripoll, recientemente fallecida. Ella también era poeta.
Cuál ha sido mi asombro cuando al volver a leer “Crimen pasional en la Plaza Roja”, premio ADONAIS 1986, descubro que dedica el capítulo ADA LOA a su madre. Me viene dado entresacar algunos versos de ese capítulo, en los que veo ó vislumbro a nuestra queridísima María Ripoll:

“Que la mujer era mortal, y acaso / sea éste el milagro. /
De sus manos / se elevaban hogueras de septiembre, y se oían / entre sus dedos risas y cantares / de vendimiadores.” –Página 60-
Recuerdo su forma de hablar alegre, íntima, con música en sus ojos.

                                                                  (Habla Ada Loa)
“¿Quién dijo que estábamos solos? / Ni a solas somos solos. Otros están pasando / sobre el tiempo que pone en torno de tus ojos / motas de polvo y miel de albaricoque.”  - Página 65-
Cuánto encierran estas bellas palabras del poeta. Yo veo la dulzura de María en su palabra y en su mirada, que es corazón que guarda siempre a sus amigas.

Y ahora un desvelo del poeta:
“La Plaza Roja es sólo el corazón de quien escribe / ahora, / un acerico ó una quemadura, / los ríos ramilletes rojos / en tu pupila azul, / y el tiempo un gris tronchado como ceniza / innecesaria. “     -Página 69-
Federico y su madre, María, corazón que vierte en el otro, también poetamadre.


“Las manos besadoras se suceden / sobre tu piel. Es lluvia / lo que adquieres: tiempo y agua. / Pátina de cereza que a tus labios / retoman y hacen  nada, / deseo de existir, luz presentida / por la frente del ciego, luz mucho / más hermosa que la luz.” –Página 71-
Y es que los ojos de María llevaban la luz dentro. Deseo de existir.

                                                (Habla Ada Loa)
(…) “¡Cómo se hacía yo el dolor bajo la fuente! / ¡Cómo la luz lavada parecía / dudar de si volver al sol ó a ti! “   -Página 79-
Cuánto dolor en María, cuánto vivir y seguir con la luz hacia la luz.

No me resisto a escribir un poema completo de Federico, que suena a despedida sin querer despedirse:
“El tren del Sur me lleva / y el del Norte / y el del Este. / Y continúo sentado en la cantina, / contigo, / despidiéndome./
Y llego a todos los mares a la vez / mientras pareces triste / y yo te beso. /
Y te escribo mis tres primeras cartas / aunque sigues / enredando tus dedos en mi pelo. /
Y de repente vuelvo y te regalo / tres olores de mar y un pañuelito / de encaje blanco / para que me despidas, nunca, nunca, / en el andén.”  -Página 81-

No sé si con mucho acierto seleccioné y comenté algunos versos de Federico, pero de lo que sí estoy segura es que su madre llevaba a la mía en el corazón y también a mi hermana Tere. Su corazón era inmenso.


                                                                 


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