Llanura y azafrán.

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sábado, 29 de abril de 2017

DE LA MANO DE ORTEGA EN EL 2017

                                 

He vuelto a coger “Meditaciones del Quijote”, primer libro que publicó Ortega, en 1.914 y que dedicó a Ramiro de Maeztu “con un gesto fraternal”. Tengo entre mis manos una 1ª edición- 1ª reimpresión de 1.975, en la colección Crisol literario, de Aguilar, el libro es rojo con letras doradas. Me sumerjo en el apartado “Lector…Hay dentro de toda cosa la indicación de una posible plenitud. Un alma abierta y noble sentirá la ambición de perfeccionarla, de auxiliarla para que logre esa plenitud. Esto es amor –el amor a la perfección de lo amado”.
Por deformación profesional hago un paralelismo con lo que ha de ser la educación, ese amor al alumno para sacar lo mejor de él. También es un pensamiento que hará reflexionar a los padres; pero Ortega habla de “dentro de toda cosa”. Yo diría que es ver todo: la política, la economía, el campo, la restauración, la estética, el deporte, la moda… con ojos nuevos, con mirada de amor, de ilusión.
Continúa Don José: “Pregúntese el lector, qué carácter nuevo sobreviene a una cosa cuando se vierte sobre ella la calidad de amada? (…) Va ligando el amor cosa y  cosa y todo a nosotros, en firme estructura esencial (…) La inconexión es el aniquilamiento. El odio que fabrica inconexión, que aísla y desliga”.  Qué importante en nuestra época de individualismo, reflexionar sobre las anteriores palabras para unir, amar, no odiar. Me venían las imágenes de Alepo y también de nuestras Cortes y pensaba: ¿No podrían llegar a acuerdos para alcanzar al bien común?
Y apostilla Ortega en la misma idea: “Yo quisiera proponer en estos ensayos a los lectores más jóvenes que yo, únicos a quienes puedo, sin inmodestia, dirigirme personalmente, que expulsen de sus ánimos todo hábito de odiosidad y aspiren fuertemente a que el amor vuelva a administrar el universo”. El maestro hace un llamamiento a los jóvenes y a todas las personas con corazón grande y mente abierta. Nos dice que nada está perdido si hay buena voluntad por ambas partes. Este es el mensaje de la Navidad que ha de extenderse a todo el 2.017.


                                                                                                                                          

DE LA MANO DE JORGE DE ARCO EN 2.017

                        
Ayer, al abrir el buzón de casa, me encontré un regalo de Reyes Magos: el libro de mi amigo Jorge de Arco, “La lluvia está diciendo para siempre”. En la dedicatoria dice que son para mí esta “lluvia de versos y esperanza”. Sería más que suficiente comenzar este 2.017 con poesía y esperanza. Nuestro caminar se tornaría ligero, optimista y bello.
En la siguiente página me entero que este libro de poemas es premio Rafael Morales 2.015 ¡Y yo sin saberlo! Claro, Jorge de Arco, digno hijo de su padre, Carlos Murciano, prefiere no utilizar bombo y platillo, como cuando ganó el premio internacional San Juan de la Cruz, con “La casa que habitaste”, en 2.009.
Arrancan los versos en la página 9:
“Mi esperanza es la luz que nos persigue, / la lluvia de nostalgia/ que rebosa en mis ojos.”
Qué necesaria es la luz en momentos de oscuridad aunque no exime del dolor y las lágrimas.
“Sortilegios y ausencias/ tiñeron las orillas del ayer, / el blanco silabario que sostuvo/ los mapas y pañuelos del olvido”
Habla de tiempo, de ausencias, de olvido, tan propio del ser humano.
“En el azogue vivo de aquel tiempo/ -de aquellas otras lunas-/ me contemplo y respiro.”
Muy de Jorge es la contemplación, el pararse, el remansar aquel tiempo, aquellas lunas y después de contemplarse en el tiempo vivido, respirar. Qué importante la serenidad y la paz interior para poder resurgir: “Y es ahora, frente al barro de mi sombra,/ cuando se va creciendo/ el huésped solitario/ que con su mano escribe/ esta febril, mortal misericordia.”
Balance de su obra poética en su madurez aún joven, reconociendo su limitación mortal, “al barro de mi sombra”. Ya lo dijo la Santa de Ávila que “la humildad es la verdad”. Aquí ha llegado Jorge, a la verdad de su palabra que brota febrilmente de su alma de poeta.


                                                                                                                                                           

DE LA MANO DE FEDERICO GALLEGO RIPOLL EN ESTE 2.017

        
          
Lo que pretendo con estas líneas es rendir homenaje a su madre, María Ripoll, recientemente fallecida. Ella también era poeta.
Cuál ha sido mi asombro cuando al volver a leer “Crimen pasional en la Plaza Roja”, premio ADONAIS 1986, descubro que dedica el capítulo ADA LOA a su madre. Me viene dado entresacar algunos versos de ese capítulo, en los que veo ó vislumbro a nuestra queridísima María Ripoll:

“Que la mujer era mortal, y acaso / sea éste el milagro. /
De sus manos / se elevaban hogueras de septiembre, y se oían / entre sus dedos risas y cantares / de vendimiadores.” –Página 60-
Recuerdo su forma de hablar alegre, íntima, con música en sus ojos.

                                                                  (Habla Ada Loa)
“¿Quién dijo que estábamos solos? / Ni a solas somos solos. Otros están pasando / sobre el tiempo que pone en torno de tus ojos / motas de polvo y miel de albaricoque.”  - Página 65-
Cuánto encierran estas bellas palabras del poeta. Yo veo la dulzura de María en su palabra y en su mirada, que es corazón que guarda siempre a sus amigas.

Y ahora un desvelo del poeta:
“La Plaza Roja es sólo el corazón de quien escribe / ahora, / un acerico ó una quemadura, / los ríos ramilletes rojos / en tu pupila azul, / y el tiempo un gris tronchado como ceniza / innecesaria. “     -Página 69-
Federico y su madre, María, corazón que vierte en el otro, también poetamadre.


“Las manos besadoras se suceden / sobre tu piel. Es lluvia / lo que adquieres: tiempo y agua. / Pátina de cereza que a tus labios / retoman y hacen  nada, / deseo de existir, luz presentida / por la frente del ciego, luz mucho / más hermosa que la luz.” –Página 71-
Y es que los ojos de María llevaban la luz dentro. Deseo de existir.

                                                (Habla Ada Loa)
(…) “¡Cómo se hacía yo el dolor bajo la fuente! / ¡Cómo la luz lavada parecía / dudar de si volver al sol ó a ti! “   -Página 79-
Cuánto dolor en María, cuánto vivir y seguir con la luz hacia la luz.

No me resisto a escribir un poema completo de Federico, que suena a despedida sin querer despedirse:
“El tren del Sur me lleva / y el del Norte / y el del Este. / Y continúo sentado en la cantina, / contigo, / despidiéndome./
Y llego a todos los mares a la vez / mientras pareces triste / y yo te beso. /
Y te escribo mis tres primeras cartas / aunque sigues / enredando tus dedos en mi pelo. /
Y de repente vuelvo y te regalo / tres olores de mar y un pañuelito / de encaje blanco / para que me despidas, nunca, nunca, / en el andén.”  -Página 81-

No sé si con mucho acierto seleccioné y comenté algunos versos de Federico, pero de lo que sí estoy segura es que su madre llevaba a la mía en el corazón y también a mi hermana Tere. Su corazón era inmenso.