Llanura y azafrán.

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viernes, 25 de diciembre de 2015

Cuentecillo de Navidad

                        
                                      Foto de Marisa Díaz- Pinés


Desde hace tiempo vivía en el suelo, en un país lejano, Líbano. Llegué a formar parte de un enorme y majestuoso cedro. Cada vez estaba más alto, parecía tocar el cielo, los pájaros se posaban en mí. Los humanos miraban y decían: “¡Qué belleza!” Me sentía orgulloso al oír tantas cosas bonitas; pero un buen día sopló un fuerte viento que me arrancó y caí al suelo. Me vi que era un simple trozo de rama.  Seguía oyendo desde mi lecho los piropos al cedro; los turistas ni se daban cuenta que yo faltaba y hasta casi me pisaban a no ser por una cerca que había junto a mí. Yo pensaba que al llegar las nieves y el frío, desaparecería. Pero no, me confundí en mi pronóstico. Un día llegaron hasta Los Cedros, en el N.E del Líbano, un grupo de chicas procedentes de distintas partes del mundo. Hacían fotos, comentaban sus impresiones y de pronto, una de ellas, alargando el brazo, me cogió. Yo pensé que se cansaría de llevar una rama seca y fea y me tiraría en la primera papelera. Pues no, me envolvió con cuidado y me introdujo en su maleta. Volé hasta París, cambiamos de avión; después, Madrid. Me sacó de la maleta y aguardé en un cajón hasta que llegó diciembre; entonces me sacó y desenvolvió y me puso sujetando el Portal de Belén del Nacimiento de su casa. Estaba muy contento pues veía de continuo al Niño Jesús. Entonces pensé que en épocas lejanas construían palacios con los cedros del Líbano y yo ahora estaba al lado del Rey de Reyes.

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