Hay un vacío en el aire que no responde cuando llamo a
mis padres y sin embargo, al decir Jesús
del Perdón, irrumpen sus nombres llenando el espacio de cariño y ternura.
Decir Jesús es llamar a la familia, a
nuestras raíces, a nuestros puntos de referencia. Jesús del Perdón llena el ámbito familiar “por los cuatro costaos”.
Calle Ancha, calle de las Monjas, calle Toledo…; el aire
corre llevando a su paso nuestra vida vivida.
La vida sólo es vida en el encuentro, en el juego de la
mirada, en el juego del corazón que palpita al unísono, cuando sólo hay
silencio de Dios en el ambiente. Ámbitos de familia, de amistad, de nostalgia
hacia los que ya están disfrutando del Jesús
pleno y eterno.
Entretanto la vida se acompasa con el pendular ding-dong
de sus fiestas de Semana Santa y Septiembre. Muerte y Vida chorreando nuevo
mosto. Así es tu vida y la mía: morir que es dejar todo lo caduco para renacer
en vino nuevo de tu tierra, mi tierra, mi Mancha del alma, que todos llevamos
dentro como referente de identidad.
Sí, sí, esto se acabará, pero, al llegar al final,
presentaremos nuestras credenciales: nuestro Jesús y nuestra familia; anclas o mejor, azada, azadón, trilla, que
clavan la tierra hasta el alma ya madura.