Estos días el mar bate fuerte. Desde casa contemplo las olas que chocan con tal fuerza que el agua salta al paseo marítimo. Días atrás el mar estuvo en calma y daba serenidad contemplarlo. Eso pasa en la vida nuestra: hay momentos tranquilos y otros en los que las olas irrumpen a nuestro paso. Últimamente hay mucho oleaje en el panorama político pero nos aseguran que el barco llegará a puerto. Son días de fomentar la esperanza y no quedarnos en la inseguridad del momento. El barco es frágil y podría venirse a pique a no ser que algunos hombres que llevan mucha carga empiecen a soltarla y hagan posible que otros, que están parados a la orilla, puedan subirse y también llegar a puerto. La cosa es que todos estamos dejando algo, pero la nave iría más ligera y segura si “los grandes” prescindieran de su “hermosa carga”.
Lector, se que me entiendes y escribo para ti. Políticos,
entended el lenguaje del equilibrio justo. Es la hora de la unidad con el capitán
del barco. Así no habrá hundimiento.
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