BACH

CANTATA 29, Transcripcion

Dar gracias por la grandeza de Dios.
Musica para estas montanas,
este cielo,estas aves y
el agua azul cambiante,
solo explicable por obra
de su Hacedor, el mas

perfecto Creador.

BACH

TOCATA Y FUGA EN  RE MENOR

Oceano que surge inmaterial
y contundente en el alma.
Torbellino divino de
anhelos de Dios en fuga.
Improvisacion de notas
que se unen en el aire,
subiendo y bajando,
en espacios cercanos,
lejanos,
en ti.

VERDI: Nabuco

                                                           Foto Marisa Díaz-Pinés

NABUCO    

                                                                                                                              Obertura

Prisioneros.

Lejos de vuestra patria.

Ardor de alma en tierra ajena.

Nostalgia sin raíz, con raíz en uno.

Torbellino que irrumpe

en el propio límite.

Frenesí  alocado en el corazón

frío y volcánico.

Ansias de libertad,

imposible en lo inmenso.

                                                                                                                         Va pensiero

Huellas a raudales,

escarceo en el foso.

Atisbo de alegría y de esperanza,

coros aunados en el sentir que lleva

a la patria querida y recordada.

Belleza de almas en un alma y voz

que se eleva hacia las campiñas verdes.

Esplendor, grito que es ansia total.

Impronta eterna en lo humano,

que sueña con su propia tierra.

Rilke

                                                       Foto de Marisa Díaz-Pinés


¿Cómo te quiero -dices-? Voy a contarte cómo.
Te quiero en lo más hondo, lo más alto y extenso,
a donde mi alma llega cuando, a tientas,
roza su propio ser, roza la eternidad.
Con todas las sonrisas, con la fuerza del llanto,
y con todo mi aliento. Y si Dios existe,
te amaré aún mejor después de la muerte.

Nochebuena

                                                      Foto de Marisa Díaz-Pinés

El cordero balaba dulcemente.
El asno, tierno, se alegraba
en un clamor caliente.
El perro ladradaba,
hablando casi a las estrellas...

Me desvelé. salí. Vi huellas
celestes por el suelo
florecido
como un cielo
invertido.

Un vaho tibio y blando
velaba la arboleda:
la luna iba declinando
en un ocaso de oro y seda,
que parecía un ámbito divino...

Mi pecho palpitaba,
como si el corazón tuviese vino...

Abrí el establo a ver si estaba
Él allí.

¡Estaba!

                                                                              Juan Ramón Jiménez
                                                                                  (1881- 1958)