Llanura y azafrán.

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viernes, 23 de mayo de 2014

CENTENARIO DE EL GRECO

                     

                                TOLEDO Y EL GRECO(1541-1614)

Qué difícil plasmar mi amor a Toledo y al Greco. Hay sentimientos tan profundos porque se fueron asentando en el alma de niño; de esa niña que fui cuando mi madre, toledana, me daba la papilla y me dormía al son del “Huésped del sevillano”. Qué placenteras las noches de verano manchegas, en esas tertulias familiares,  tomando el fresco y oyendo a mamá relatos de Toledo, hasta que papá decía que se hacía tarde y los niños voceábamos: “¡Sigue, sigue, más, más…!”
Esas idas desde Madrid para estar en el Corpus desde el momento que sale de la catedral al compás de la Marcha Real y acompañarlo después por las callecitas con olor a tomillo y romero.
¡Cómo me sigue deleitando leer a Marañón en “Elogio y nostalgia de Toledo”! ¡Cuántas horas pasadas frente a “El entierro del Señor de Orgaz”, queriendo descubrir el alma del difunto que sube cual recién nacido a meterse por el “útero” a la vida sobrenatural, que es la parte celestial.
En el Museo del Prado encontré grandes maestros que me enseñaron a contemplar a mi pintor. Recuerdo un curso, a puerta cerrada, con los mejores especialistas de distintas universidades del mundo, para ver la influencia de El Greco en los pintores impresionistas.
Este año celebramos el 400 aniversario de la muerte del cretense y yo quiero rendirle homenaje desde esta pequeña semblanza en la que quiero aunar Toledo con El Greco. Es curioso, cuando voy a otros lugares y contemplo Grecos, por ejemplo en la National Gallery en Londres, echo en falta a Toledo. Lo añoro.
Toledo es para  pasearlo y descubrir rincones (sería objeto de otro artículo): Santa Leocadia y a la vuelta, Santo Domingo el Antiguo, donde “dicen” que está enterrado el Greco…Los cobertizos al atardecer…Santo Domingo el Real con su plaza llena de Becquer (y de Marañón)…La Catedral que siempre nos espera con su transparente que parece el cordón umbilical de la tierra con el Cielo. La Sacristia que nos introduce al Expolio con esos ojos de Cristo que parecen contener todo el llanto del mundo.
Y me quedo aquí para que cada uno continúe el itinerario por Toledo y El Greco, que es de todos, no sólo de los toledanos.

                                                                  


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