Llanura y azafrán.

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sábado, 24 de mayo de 2014

CENTENARIO DE PLATERO Y YO (1914-2014)

  
Con mis amigas Carmen H P y Chili V, cantando poemas de JRJ



                                               DE MOGUER A MOYA
Acabo de estar en la Casa Museo Tomás Morales en Moya. Desde el 23 de abril que se inauguró la exposición “Centenario Platero y yo (1914-2014)”, he deseado ir. Me ha impresionado ver en un espacio pequeño tal riqueza de matices: desde la muestra de primeras ediciones de “Platero y yo” a descubrir la relación de Tomás Morales con Juan Ramón Jiménez. También han plasmado de maravilla la figura de Zenobia Camprubí, su mujer, otra intelectual de gran talla y cómo Graciela Palau desmonta las críticas de Rosa Montero. Hasta se explica el significado de la rama de perejil que la vemos en las obras de JRJ…Me hubiese gustado ir con una silla para ver el reportaje de 55 minutos que hizo TVE, donde Agustín González daba vida al Nobel, pero es un reclamo para volver otro día.
Efectivamente hay un punto de unión entre J.R.J (1881) y T. M (1884): la fecha de su nacimiento es cercana y ambos chupan del Modernismo de Rubén Darío. Con 23 años Tomás Morales publicó su primer libro en Madrid “Poemas de la Gloria, del Amor y del Mar” que se divide en tres secciones: Rimas sentimentales, Poemas de la Gloria y Poemas del Mar. La primera parte se la dedicó a Juan Ramón.
El 10 de abril de  1953, cuando Juan Ramón daba clase  en Puerto Rico, en una clase sobre el Modernismo, dejó anotado en sus apuntes: “Tomás Morales, canario, sigue muy de cerca a Rubén Darío “Poemas del Atlántico”. El poeta de Moya ya había muerto en 1921 pero su eco se oyó en esas aulas de la Universidad de Río Piedras.
Qué fortuna poder visitar esta exposición que estará hasta el 29 de junio. También animo a todos los profesores de Lengua y Literatura para que vengan con sus alumnos desde Infantil a Bachillerato a participar en el Taller didáctico “Platero y yo”.
       
                                                                                                  


                    

viernes, 23 de mayo de 2014

CENTENARIO DE EL GRECO

                     

                                TOLEDO Y EL GRECO(1541-1614)

Qué difícil plasmar mi amor a Toledo y al Greco. Hay sentimientos tan profundos porque se fueron asentando en el alma de niño; de esa niña que fui cuando mi madre, toledana, me daba la papilla y me dormía al son del “Huésped del sevillano”. Qué placenteras las noches de verano manchegas, en esas tertulias familiares,  tomando el fresco y oyendo a mamá relatos de Toledo, hasta que papá decía que se hacía tarde y los niños voceábamos: “¡Sigue, sigue, más, más…!”
Esas idas desde Madrid para estar en el Corpus desde el momento que sale de la catedral al compás de la Marcha Real y acompañarlo después por las callecitas con olor a tomillo y romero.
¡Cómo me sigue deleitando leer a Marañón en “Elogio y nostalgia de Toledo”! ¡Cuántas horas pasadas frente a “El entierro del Señor de Orgaz”, queriendo descubrir el alma del difunto que sube cual recién nacido a meterse por el “útero” a la vida sobrenatural, que es la parte celestial.
En el Museo del Prado encontré grandes maestros que me enseñaron a contemplar a mi pintor. Recuerdo un curso, a puerta cerrada, con los mejores especialistas de distintas universidades del mundo, para ver la influencia de El Greco en los pintores impresionistas.
Este año celebramos el 400 aniversario de la muerte del cretense y yo quiero rendirle homenaje desde esta pequeña semblanza en la que quiero aunar Toledo con El Greco. Es curioso, cuando voy a otros lugares y contemplo Grecos, por ejemplo en la National Gallery en Londres, echo en falta a Toledo. Lo añoro.
Toledo es para  pasearlo y descubrir rincones (sería objeto de otro artículo): Santa Leocadia y a la vuelta, Santo Domingo el Antiguo, donde “dicen” que está enterrado el Greco…Los cobertizos al atardecer…Santo Domingo el Real con su plaza llena de Becquer (y de Marañón)…La Catedral que siempre nos espera con su transparente que parece el cordón umbilical de la tierra con el Cielo. La Sacristia que nos introduce al Expolio con esos ojos de Cristo que parecen contener todo el llanto del mundo.
Y me quedo aquí para que cada uno continúe el itinerario por Toledo y El Greco, que es de todos, no sólo de los toledanos.