El cielo amenaza lluvia pero salimos a encontrarnos con la
procesión de la borriquita. Las calles aparecen repletas de familias; también
hay niños dentro de la procesión, hasta casi un bebé vestido de hebreo llevando
un tambor: se queda parado y rompe a llorar cuando pasan los tambores a su
lado; se encuentra pedido hasta que su padre se acerca y lo toma en brazos.
Vamos al encuentro del paso, nos situamos junto a él y me maravilla cómo lo
bailan. Hay algo mágico en la sintonía de los costaleros con la música, mezcla
de arte, sacrificio y tradición de siglos.
Por la tarde, La Sagrada Cena
saliendo de la Catedral y tras ella, la Virgen de la Paz, tan serena, tan
bonita. Se ven las zapatillas blancas de los costaleros con el pasito a paso
arrastrado que serán cientos de súplicas. Las bandas siguiendo a sus carrozas
con sus melodías entre nostálgicas y marciales. Este año la banda de Jódar, que
sigue a la Sagrada Cena, tocan en homenaje a su director, un muchacho joven
recientemente fallecido. Él compuso esa pieza que hoy se esparce por la plaza
de la catedral.
Por la noche, en San Andrés, La
Oración de Jesús en el Huerto. Un padre despide a su hijo costalero y le dice:
“¡Cuídate, hijo mío!” Tal vez ese padre hizo lo mismo que su hijo año atrás.
Murmullo de voces dentro del paso; uno dice: “Por mi hermano Fernando que nos
está viendo desde el Cielo” Inmediatamente descubro un crespón negro atado a
uno de los varales. El paso sale cuidando no pasarse un milímetro, a las
órdenes del capataz. Una saeta detiene el paso: es una chica rubia con el traje
de cofrade. Canta con el corazón el dolor del Señor. Canta rezando, llorando y
la luna de la noche recoge su sentimiento y también parece llorar y reír y
bailar en el Cielo.
Todo el mundo en la calle. Los
costaleros con su andar silencioso y doliente ponen sus hombros para aliviar el
dolor e Jesús
Baeza, 24 de marzo de 2013