Madre mía, nuestra, del
Abrazo, que estás en el parque forestal Felipe VI, en Valdebebas. Es mayo. Te
conocí el día del patrón de Madrid, San Isidro labrador. Macu y Silvia estaban
junto a la ermita rezando el Rosario y cual centinelas nos explicaron la historia
de esta Virgen que surgió de un tocón de un pino centenario que había sido
talado meses antes porque estaba en peligro de derrumbarse. El Ayuntamiento dio
este encargo al escultor Jesús Arévalo que, cuando estaba realizando su
trabajo, encontró en su interior unas balas procedentes de la guerra de 1936.
Macu ve como una señal que esta Virgen ha de estar ahí, justo en zona de
trincheras durante la guerra, para ser un símbolo de paz y concordia en Madrid.
Tiene que ser la Virgen de todos los madrileños que acuden a la Madre común a
recibir ese abrazo. El hospital Isabel Zendal está muy cerca para curar a
enfermos de esta pandemia que todavía continúa. Tú, Madre nuestra quieres no
sólo curar los cuerpos sino sanar las almas con tu abrazo. Ha sido un tiempo
largo -todavía está siendo- de no poder abrazar a nuestros seres queridos y Tú
apareces, con tu sencillez que te caracteriza, para darnos un abrazo.
¿Y cómo es eso siendo una
escultura con tu Niño en brazos, abrazándote?
Basta ir junto a Ti y decirte
con cariño:
“¿Quieres, Madre mía, darme un
abrazo? Lo necesito de veras en este tiempo tan duro de pandemia y soledad”.
Y me dices Tú:
“Pues ven hijo mío, que mi
Hijo no se va a molestar, porque también quiere estrujarte y que oigas su
corazón palpitar, que te dice que te quiere de verdad.”
Gracias, Madre del Abrazo,
sigue consolando a los que se acercan a ti.
Madrid tiene muchas cosas
buenas y ya estás Tú entre ellas.
Te mando un abrazo muy fuerte
con mucho cariño
Marisa Díaz-Pinés
Fernández-Prieto